En el contexto de la guerra siria, quizá hayas escuchado ya (o quizás no) que muchos musulmanes están descubriendo a Jesús, y muchos refugiados están encontrando cobijo en las iglesias. Esto no es un tópico. Es la verdad, ¡por mérito de Dios y para la gloria de Dios! El Señor se está revelando de formas increíbles en medio de tanto sufrimiento. Y gran parte de ello es gracias a la disposición y la actitud de corazón de hermanos como el pastor Boutros*, uno de los colaboradores más cercanos que tiene Puertas Abiertas dentro de Siria, o de mujeres como la de la historia que vas a leer.

La iglesia del Pastor Boutros se encuentra en la ciudad siria de Tartús. Con la ayuda de Puertas Abiertas, él y su comunidad han logrado apoyar a más de 4.000 familias desplazadas de forma regular. Antes de la guerra, la iglesia tenía 25 asistentes, pero ese número ha crecido hasta 200 a día de hoy, ¡y el 90% de ellos son nuevos creyentes! “Es como vivir en los tiempos del libro de Hechos”, nos dice el pastor, y añade: “Antes de la guerra orábamos para que Dios hiciera algo grande entre nosotros, pero no esperábamos ni la guerra ni tanta gente desplazada. No estábamos preparados, ni teníamos la experiencia ni los recursos para ayudar”.

El Pastor Boutros nos ha pasado el testimonio de una hermana de la iglesia que se quedó en una zona muy marcada por la guerra. La hemos resumido bastante, pero presta atención a su historia.

“Estaba acostumbrada a correr riesgos. Solía llevar provisiones a la gente que vivían en las zonas controladas por los rebeldes”. Una vez, los rebeldes intentaron entrar en su casa a la fuerza, pero ella estaba detrás de la puerta y pudo pararlos para proteger a otras mujeres que estaban dentro. Los rebeldes le preguntaron: “¿No tienes miedo de que te matemos?”. Ella respondió: “No tengo miedo porque el Dios Todopoderoso está conmigo y Él me protege”.

“No sé qué pasó en ese momento. O no me habían entendido, o quizás el ángel de Dios estaba detrás de mí, e hizo con ellos lo mismo que hizo con Lot en el Antiguo Testamento”, dice la hermana. Poco después los mismos hombres volvieron, no para amenazarla sino para invitarla a visitarles, porque su líder quería escuchar su historia. ¡Y este hombre era el responsable de los rebeldes de toda la zona!

Cuando fue a visitarlo, él se sorprendió al ver que ella no temblaba, y le dijo: “Normalmente cuando alguien viene a verme, tiembla. Quiero saber quién está detrás de ti, de dónde viene tu fuerza, qué país te está ayudando”. A lo que ella respondió: “¿De verdad quiere saber quién está detrás de mí? ¿Podría contarlo todo?”

Mientras sus hombres la apuntaban con sus armas, ella les habló sobre Jesucristo, quien le daba fuerza y quien es el Señor de la paz y el Señor que daba fuerzas al débil. Lo hizo durante veinticinco minutos no solo sin ser interrumpida, sino siendo escuchada con total atención. Cuando terminó de hablar, el líder estaba llorando; y después de ese día, desapareció. “No sabemos qué es lo que le ha pasado, pero sí sabemos que fue Dios quien le sacó de ese sitio”, nos dice el pastor Boutros al respecto del líder de los rebeldes en aquella zona.

Increíble, ¿verdad? Esto no es una historia inventada. Esto está pasando. Yo mismo pude experimentarlo hace menos de un año en un viaje con Puertas Abiertas a Líbano, y lo pude ver con mis ojos. Refugiados que estaban siendo tocados por el Espíritu Santo. Contestaciones clarísimas de Dios a oraciones en el nombre de Jesús. El futuro de Siria no es tan desesperanzador como parece, pero tiene una vertiente espiritual que solo los seguidores de Jesús conocemos. Por esa sencilla razón, no podemos quedarnos de brazos cruzados.